lunes, 11 de octubre de 2010

Nutrientes y función cerebral: ácidos grasos esenciales y enfermedad de Alzheimer

Los ácidos grasos esenciales: ácido linoleico (omega 6 poliinsaturado) y alfa linolenico (omega 3 poliinsaturado) una vez en el cuerpo, se pueden convertir en otros ácidos grasos poliinsaturados como el ácido araquidónico (AA), el ácido eicosapentanoico (AEP) y el ácido decosahexanoico (DHA), los precursores de los eucosanoides, grupo de compuestos poderosos que afectan varios procesos biológicos, incluyendo la agregación y coagulación de plaquetas en la sangre y la contracción de los vasos sanguíneos (hemostasia). Los eucosanoides controlan las reacciones inflamatorias y su liberación es una respuesta normal a las lesiones para ayudar a reparar el tejido dañado.

El ácido graso que mayoritariamente se incorpora a los fosfolípidos de las membranas celulares es el
ácido araquidónico (AA) por lo tanto, el precursor más importante de los eicosanoides tanto cualitativa como cuantitativamente. El AEP compite con el ácido araquidónico por las enzimas implicadas en su metabolismo y dependiendo de su disponibilidad (la cual está determinada por el perfil de ácidos grasos ingeridos en la dieta), se sintetizarán eucosanoides de una u otra serie que se diferencian en la velocidad de síntesis y en la intensidad de sus efectos: los eucosanoides que se derivan del ácido eicosapentanoico (AEP) no tienden a promover la inflamación: las dietas ricas en ácidos grasos omega 3 producen eucosanoides más beneficiosos, menos inflamación y reducen el riesgo de enfermedades crónicas, comparado con las dietas ricas en ácidos grasos omega 6.

El ácido
alfa linolénico (AAL) (omega 3) se incorpora a los fosfolípidos de las membranas de las células, en donde interfiere con la conversión del ácido linoleico a ácido araquidónico y en consecuencia, bloquea la conversión de ácido araquidónico a eicosanoides proinflamatorios; bloquea además la formación de citoquinas, proteínas liberadas por las células inmunes como respuesta a lesiones, infecciones o exposición a substancias extrañas. Estos nutrientes por tanto, contribuyen a construir y reconstruir el cerebro y el sistema nervioso, permitiendo su funcionamiento óptimo.

Ciertos ingredientes activos de especias como la cúrcuma y el jengibre eliminan la inflamación, factor determinante en el proceso de envejecimiento cerebral y en otras dolencias, como la enfermedad de Alzheimer. La canela no solo reduce la inflamación y tiene poder antioxidante, sino que también ayuda a controlar el azúcar en sangre y mejora la sensibilidad a la insulina, siendo todos estos efectos beneficiosos para la salud cerebral. 

Si se le quita el agua, el cerebro está formado en un 60 % de grasas, algunas de las cuales, como los ácidos omega-3 y omega-6 son esenciales tanto para prevenir tanto la enfermedad de Alzheimer como la depresión, y sacar el máximo provecho a la inteligencia. Las semillas de linaza son ricas en ácido alfa-linolénico el cual nuestro cupero es capaz de transformar en grasas esenciales para el cerebro como son el ácido decosahexanoico (ADH) y el ácido eicosapentanoico (AEP). El resto de la semilla está compuesto, básicamente, por fibras y proteínas junto con una cantidad reseñable de vitamina E y caroteno. Las semillas de girasol casi son aceite en un 50%; contienen potasio, magnesio, fósforo y vitaminas del grupo B que ayudan a generar energía para el cerebro y frena la producción de homocisteína, que entraña un riesgo para la memoria. Las semillas de ajonjolí (sésamo) que gramo por gramo contienen más proteínas que los huevos, son una magnifica fuente de minerales, vitamina B; entre todas las plantas con cáscara del reino vegetal, es una de las mejores fuentes de calcio. Las semillas de calabaza son otra excelente fuente de proteínas, vitaminas y grasas saludables, constituyendo otra fuente importante de ácidos grasos omega 3, vitamina A y calcio.

Dra. Iraima Acuña. Especialista en Nutrición.

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